domingo, 17 de diciembre de 2017

INMÓVIL Y DESIERTA



Lúcida, inmóvil, desierta, la conciencia está entre paredes; se perpetúa. Nadie la habita ya. Todavía hace un instante alguien, decía  decía yo, alguien decía mi conciencia.
¿Quién? Afuera había calles parlantes, con colores y olores conocidos. Quedan paredes anónimas, una conciencia anónima. Esto es lo que hay: paredes, y entre las paredes, una pequeña transparencia viviente e impersonal. La conciencia existe como un árbol, como una brizna de aire. Dormita, se aburre. La pueblan pequeñas existencias fugitivas, como pájaros en las ramas. La pueblan y desaparecen. Conciencia olvidada, abandonada entre las paredes, bajo el cielo gris. Y éste es el sentido de su existencia: que es conciencia de estar de más.  Se diluye, se desparrama, trata de perderse sobre la pared parda, a lo largo del farol o allá en el humo del atardecer. Pero no se olvida jamás; tiene conciencia de ser una conciencia que se olvida. Es una suerte

LA NÁUSEA        
Jean-Paul Sartre

Siempre supe que era necesario llegar hasta este espacio deshabitado.  Ahora, siento que no estoy sola. Reconozco otras conciencias y ellos no me ignoran.  
Este es un  lugar sin  paisaje y sin camino. 
Pero existe.


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